Hay una cárcel de dinero donde la gente se prostituye sin tener casi que follar.
Las víctimas de la explotación solo son tristezas mal curadas que nunca supieron de afectos.
El más doloroso cuadro nunca gritó tanto como cuando se grita por dentro mientras se bebe ginebra con limón en copas usadas
y los peores dolores son los que no se saben ni cuerdos.
Hay un telón que nunca se abre y otro que se cierra después de cada concierto,
donde todos, por un momento, vivimos la vida de un artista con más adicciones que canciones.
Me supe libre un tiempo,
pero se me atragantaba tanta libertad cuando ni el mejor libertino me llamaba bonita.
No creo en paraísos fiscales, pero vivo en ellos y se me estremecen los billetes cada vez que los tengo que ganar.
Quiero robar bancos y vivir la historia más triste del mundo, sólo por vivir el éxtasis de poder contártela con una estrella en la mano,
y,
no siempre tienen estrellas ni los bares
ni el cielo.
Me creí moralmente superior entre tanta ilegalidad de acuerdos en los que no se acordaba nada.
La expectativa rota,
el vaso vacío,
el salmón que sabe a mar y las frutas tropicales
me definieron con adjetivos que jamás pensaría míos.
Tan mía y ni me conocí mucho últimamente.
Un cachito de pan y un langostino
son amantes de vino y rosas
y suenan muy bien para la poesía.
Si escribo, es para dolerme menos
porque el mundo duele mucho cuando gira,
y giramos mucho
porque si paramos,
igual nos lleva el monstruo que llevamos dentro.
Yo tengo un monstruo que sale a veces,
y tiene la cara muy bonita y los pies desabrochados.
Estoy aprendiendo a atarme los cordones solo para salvarlo de que se caiga
y asi pueda correr bien lejos
y no tener que verle más su cara tan bonita.
Mi monstruo y yo, tenemos que aprender a atarnos los cordones.
Porque a veces sale muy caro tener que pagarse unos zapatos nuevos.
Mi monstruo también sale mucho cuando el sol se va,
tiene miedo de la luz, porque así lo vería todo.
Él se llama como yo, pero calzamos distinto.
El mundo también tiene nombre,
pero de momento,
no sabe calzarse.
Un paso a la volta y un cigarro en mano
mientras poco a poco vamos aprendiendo a vivirnos sano y a querernos grandes.
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